Messi, la estrella más esperada en Belo Horizonte, el que aparecía en la mayor parte de las camisetas argentinas que tiñieron de albiceleste el Mineirao, no había podido desatascar un partido tenso ante un Irán que se reveló muy incómodo y que ató en corto al astro del Barcelona. Hasta ese instante final.
El 0-0 parecía inamovible, pero Messi vio un hueco. Levantó la cabeza, sintió que era el momento y envió un disparo cruzado desde fuera del área con el que terminó dando la victoria a su equipo, que pese a la victoria agónica volvió a tener problemas en su juego y sigue sin conquistar la batalla de la imagen.
IRÁN LO TENÍA MANEATADO
En la primera parte, Messi se diluyó en la apatía general del equipo y tuvo muchos problemas para escapar de la nube de rivales que aparecían cuando intentaba cualquier desmarque o disparo.
Irán se había aprendido la lección y lo ató en corto, consciente de que desactivar a Messi era desactivar una bomba de relojería.
En la segunda parte, coincidiendo paradójicamente con los mejores minutos iraníes, Messi fue teniendo cada vez más protagonismo.
Empezó con una buena ocasión (59) en la que se fue por velocidad por el centro y envió un disparo envenenado, que sin embargo se fue fuera por poco.
En el 73, probó suerte con una falta algo ladeada en la frontal y que se fue al lateral de la red.
No parecía la tarde de Messi, pero fue un simple espejismo porque el guión deparaba una sorpresa final, la de su disparo desde fuera del área en el 90+1 para catapultar a Argentina a los octavos de final del Mundial.