Además habló sobre sus primeros años de vida, asegura que creció en extrema pobreza y también sobre sus años mozos como futbolistas.
Sospechaba usted que en FIFA estaba pasando todo eso.
Yo lo que le reprochaba a FIFA era que no supervisara a las federaciones. El fútbol femenino aquí no es apoyado, en Costa Rica sí, no tenemos fútbol playa, yo siempre pensé que algún día nos iban a inspeccionar de cerca y ahí iba a haber problemas.
¿Usted cree que haya corrupción en nuestra federación?
Yo lo que digo es que donde hay despilfarro hay corrupción y el despilfarro es fácil de comprobarlo, por ejemplo, Rueda en el primer torneo que hubo aquí en Honduras se fue a preparar a Miami e iba a jugar en Tegucigalpa con clima fresco y Miami con calor.
Pagaron una fortuna en hospedaje y todo eso, esos son despilfarros, estar tantos días ahí, ninguna selección se va de su país. Eso se podría invertir en barrios y colonias donde hay niños desnutridos. Usted no crea que aquí no hay niños talentosos como en Argentina y Brasil.
No ha habido un reporte claro.
No lo hay, yo sospecho, no tengo pruebas, pero al ver cuánto se paga en un hotel de Estados Unidos se gasta mucho más que estando acá. Cuando se llevan a los jugadores a concentración con la Selección, quien paga ese tiempo son los equipos, ese fue un convenio al que llegó Cocoy Abudoj.
¿Cuando se piensa retirar del fútbol?
Me retiraré cuando sienta que me falla la memoria. Siento que ya no la tengo como antes. Lo otro es que no me pueda mover, ya no me siento bien físicamente. Si me faltan esas facultades, entonces no sigo.
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Cuénteme de su corta carrera como futbolista. ¿Lo intentó?
Me di cuenta que tenía visión de juego, al mismo tiempo era exigente. Yo veía cuando la gente se equivocaba a la hora de tomar decisiones, incluso llegué a jugar en todos los puestos de defensa y mediocampista, solo no jugué de delantero central ni de portero, y ahí está en el libro que hice.
Dominé todas las posiciones, pero en la que me sentí más cómodo fue como volante por la derecha, creando, yo era listo, tenía mucha voluntad. Cuando miraba a los que no ponían sacrificio me molestaba mucho.
Eso fue ahí por el 69. Ahí es cuando decide retirarse del fútbol y se va a Argentina a estudiar para entrenador.
No, yo me retiré en el 66, me aparté y empecé a dirigir a los niños, por ejemplo a Azulejo yo lo entrené de niño, cuando vengo del curso en el 66 me sometí a un examen. Yo era muy inquieto y le hacía muchas preguntas al entrenador chileno que nos estaba enseñando. Me empapé mucho con revistas argentinas y chilenas.
En ese tiempo vino un famoso equipo argentino y yo lo fui a ver al hotel La Ronda. Pasaba mandando cartas para recibir el curso de entrenador en Argentina, tenía la idea de ir. Pidieron al entrenador chileno una recomendación para enviar a alguien y me recomendó a mí por ser tan acucioso.
¿Y luego?
Yo le dije que tenía planes para irme a Argentina a las academias porque eso era lo que me llamaba la atención. Ahí fue cuando me dieron la beca y lo primero que hice fue visitar el estadio de Independiente. Allá me atendió el presidente del equipo y me ayudó mucho. Fui a la AFA, pero me dijeron que no tenía la edad para hacer el curso de entrenador, pero ellos hicieron una excepción para que pudiera realizarlo. Todos mis compañeros eran mayores que yo, incluso me decían “Pibe”.
¿Cuándo llegó a tener la Selección, profe, cómo fue ese momento?
Mire, yo estaba cometiendo un error, creía que tenía que agarrar rápido la Selección.
¿Estaba agrandado?
Sí, porque yo venía de Argentina. Hubo varias selecciones, pero ninguna me la daban a mí. Yo me desinteresé, me quité la cuestión de la cabeza. Yo estaba dirigiendo al Broncos y teníamos un equipazo, la gente pedía que me llamaran.
Me convocaron, no tenía muchas ganas porque no conocía a los directivos y es fundamental que haya una buena comunicación entre el entrenador y los directivos, pero ahí hubo un golpe en el fútbol y don Pedro pasó a la Federación.
¿Quién estaba como presidente?
Armando Boto.
¿Hubo golpe de Estado en Fenafuth?
Sí, ja, ja, ja, ahí nace la Fenafuth y le cambiaron el nombre y yo ya me animé porque estaba don Pedro. Yo me sentía en peligro porque solo tenía una buena relación con él. Ahí fuimos avanzando, pero llegó un momento en el que todo estaba muy violento, para ese tiempo vino el Benfica a jugar contra la Selección.
El presidente de ese equipo nos vio jugar y dijo que teníamos nivel para ir a España. Me preguntaron si estaba dispuesto a jugar allá y les dije que encantado porque iba a aprender y nos iban a pagar 5 mil dólares, más todos los gastos.
Yo estaba feliz y me sentía más tranquilo porque íbamos a jugar en España. Hicimos los fogueos y eso nos valió para salir campeones en el 80.
Hágame un recuento de los torneos que usted ganó en Liga Nacional.
Al principio solo subcampeonatos tenía, hasta que gané con el Real España, pero me llegó un momento malo, me vinieron tiempos difíciles con los directivos, me ha costado llevarme bien con ellos.
Los directivos son especiales.
Sí, ‘juepucha’, es problema. En ese momento, después me fui a un curso a México y pasé al Marathón en el 77, pero no me iba bien.
¿Ni en los 80?
Cuando estuve con el Broncos llegué a cuadrangulares y era un equipo de descenso. En el 83 yo me desligo, don Pedro se fue y asumieron unos militares. Con la Universidad logré el subcampeonato en el 83. En el 85 me llamaron para la eliminatoria rumbo a México 86.
SOBRE SU INFANCIA
Maestro, cuénteme de Soledad, su pueblo.
Ahí viví la mayor parte de mi niñez, porque yo llegué a Tegucigalpa cuando tenía unos 10 años. Ahí prácticamente el fútbol no se conocía, había una plaza como comúnmente sucede en los pueblos y jugaban 20 contra 20, pero equipos no había.
Entonces cuando me vine a Tegucigalpa, yo miraba como se jugaban aquellas grandes potras en las calles de tierra. Yo vivía en la primera avenida de Comayagüela y en la orilla del río había un campito, al que le llamábamos la Sabana y ahí también se realizaban partiditos siete contra siete. Es en ese momento que yo entro a esto del fútbol. Me puse a jugar a nivel escolar y formaba parte de las potras. Considero que yo comencé en esto muy tarde, los demás lo habían hecho desde temprana edad y no tan viejo como yo.
En su pueblo, fue un tal Danery Fúnez el que le puso “Chelato”. ¿De dónde sacaron ese apodo?
Yo siempre he sido bueno para los apodos, incluso le puse algunos a varios futbolistas, a Wilmer Velásquez le creé varios, pero no se los puedo decir, ja, ja, ja. Entonces, yo comencé en esa época a decirles, por ejemplo, Jairolato y Danery que era un poco delicado y como en los pueblos había una muletilla de que se decía che para esto, che para lo otro, pero algo diferente a los argentinos y un día me gritó “Chelato” y ahí se quedó el apodo. Al inicio me molestó, pero luego lo acepté.
¿Cómo resume su infancia?
Es que mi infancia se resume a andar en esas potras y seguir el fútbol. Yo miraba los entrenamientos de los equipos en La Isla, a Motagua lo veía entrenar y en ese tiempo jugaban tres hermanos: Mincho, Foncho (que falleció) y Cate Uclés, quien hizo el Atlético Español. El virus del fútbol me entró fuerte y me llenaba como entretenimiento.
Cuénteme de sus padres y de sus hermanos.
Mi madre era una campesina y mi padre era capitalino, justamente fue directivo del Olimpia por varios años, su nombre es Armando Uclés y mi madre María Concepción Herrera. Yo soy mayor por parte de padre y por parte de mi mamá. Somos como siete, es una familia grande.
Cuando vino a Tegucigalpa se matriculó en el instituto Central.
Sí. A mí me pasó una cosa cuando estaba en el Central, que cuando me agarró de jugar fútbol, en esa época a los del colegio nos dejaban ir a La Isla, a participar en los torneos intercolegiales, yo era de la categoría infantil y hasta fui el capitán...
¿Entonces usted era bueno para jugar o era de los duritos?
Yo logré sobresalir y además puedo decirle que tenía mucho liderazgo. De las potras que armábamos en la orilla del río se fundó el Atlético Español.
¿Le tocó usar tacos Kaiser?
Sí, sí, sí, utilicé Kaiser.
¿Vivió en extrema pobreza?
Sí, era extrema. por ahí hay algunos que me dicen “pero tenías algo, podías comprar Kaiser, a otros les tocaba andar descalzos, no te ensuciabas los pies”.