Nuestros relojes atómicos son tan precisos y estables que tenemos que atrasarlos para que sigan en sincronía con la rotación del planeta, que ha ido reduciendo infinitesimalmente su velocidad por efecto gravitacional de la Luna. Hace 200 años, un día solar duraba 86.400 segundos; hoy en día dura unos 86.400,002 segundos.
Los relojes que coordinan el tiempo añaden esa diferencia de 0,002 segundos cada día para mantenerse en hora, pero la realidad es que la Tierra rara vez es tan precisa por factores tan impredecibles como los movimientos tectónicos. Por eso los científicos utilizan dos estándares de tiempo: UTC, el tiempo universal coordinado, que regula los relojes de todo el mundo; y UT1, el tiempo universal, basado en observaciones precisas de la rotación de la Tierra.
UTC nunca puede variar más de 0,9 segundos del tiempo Universal (UT). Cuando eso ocurre, es necesario añadir o sustraer un segundo extra, un procedimiento que se ha realizado 26 veces desde 1972, siempre sumando un segundo en los meses de junio o diciembre. Para este año se decidió añadir un segundo al 31 de diciembre de 2016 a las 23:59:59 UTC, es decir:
• 0:59:59 del 1 de enero en Madrid
• 20:59:59 del 31 de diciembre en Buenos Aires, Santiago de Chile
• 19:59:59 del 31 de diciembre en Caracas, La Paz
• 18:59:59 del 31 de diciembre en Nueva York, Miami, Bogotá, Lima
• 17:59:59 del 31 de diciembre en Ciudad de México
Un segundo puede parecer insignificante a escala humana, pero para los sistemas informáticos supuso varios dolores de cabeza en el pasado.